La Luz Crística

Autora: Luz Celeste Quezada

El meditar en la luz crística nos une instantáneamente al maestro de maestros, Jesús de Nazaret, quien con su ejemplo, sus enseñanzas y su santa palabra representó en la tierra la energía crística encarnada y manifestada. El nos indicó el camino que nos conduce a conocer de qué estamos hechos y que la luz crística es nuestra verdadera fuente.  A traves de sus enseñanzas nos mostró el camino para ‘ser y estar’ permanentemente conectados a esa fuente, además, de que para volver y permanecer en ella debemos vivir en pureza, encarnar el perdón y el amor incondicional, siguiendo y viviendo dentro de los mandatos y leyes de nuestro Creador.  El nos mostró el camino hacia la verdad que habita en nuestros corazones y la que solamente espera por nuestra voluntad y anhelo sincero de unión con Dios, para brotar y manifestarse. 

El maestro Jesús es nuestro referente para reconocer que la energía o luz crística habita en nuestra alma y corazón. También el maestro ascendido Desoto nos afirmó que Dios, manifestado en energia crística es el origen y sostén de toda la existencia y de los reinos que la componen. Desde ahí se manifiesta en libertad y sin ningún tipo de cohersión ni espera, a través de los reinos de la naturaleza donde ‘es y está’ y desde donde no necesita permiso para manifestarse.  Ahora bien, en el reino humano, encarnar y manifestar la energía crística en conciencia y de forma permanente dependerá de nuestra decisión íntima y de cuando entreguemos nuestra potestad o libre albedrío a la voluntad divina.  Será cuando decidamos íntimamente escuchar la voz del alma por encima de los ruidos mundanos y nos propongamos realizar la limpieza interior continua y permanentemente, anhelando que sea la luz crística la que utilice sus vías de expresión y manifestación en nosotros.  La purificación de los pensamientos, sentimientos, verbo y las acciones sinceras de bien común y de buena voluntad, producen destellos de luz crística en nuestro interior manifestados en paz, armonía, comprensión, gratitud, humildad, gozo, amor; minimizando la necesidad de controlar, de juzgar, de esperar, de querer y querer cosas, entre otras necesidades de residuos psicológicos tóxicos. 

El apego a la mente y sus razonamientos, las dudas, los miedos y la resistencia a lo divino hacen que la aceptación y manifestación de la luz crística sea muy limitada, muchas veces negada o ignorada.   Lo importante es que Dios, en su magnificencia e infinita misericordia nos permite, dentro de nuestra inherente libertad o libre albedrío, elegir los pensamientos y procedimientos que nos producirán ciertos efectos y, desde ese estado, seremos testigos directos de la diferencia que se produce en nuestro interior. 

Meditar en la vida de los maestros del pasado y de los que entre nosotros habitan en su cuerpo físico, nos conecta con la luz crística que ellos han encarnado. Su vida nos permite observar y apreciar cómo es la energía crística en acción.  Estos seres crísticos están despiertos en diversos planos de conciencia, obedeciendo al propósito divino encomendado y con el que sirven a la humanidad y al planeta, incansable y desinteresadamente.  Sus miradas, sus sonrisas, sus palabras y hechos son la manifestación pura de la compasión, la serenidad, de la certeza que nos regalan al no sentirnos juzgados ni reprendidos ante su presencia; son la dulzura que nos arrulla en un estado de sublime e indescriptible paz.  De ellos recibimos el aliento, la fuerza y la luz que nos conduce cuando pasamos por el camino pedregoso, de tropiezos y caídas propias de la experiencia en este plano y tiempo existencial, ayudándonos a trascender y a dar pasos hacia la luz que yace en nuestra alma.  Las enseñanzas de los maestros que han encarnado la luz crística es la que transmiten a la humanidad a través de destellos de sabiduría, de amor y de virtudes capaces de quebrantar todos nuestros resentimientos, odio, mala voluntad, miedos, preocupaciones y, por encima de todo, nos conectan con la luz expansiva e infinita que somos. 

La luz crística habita en nuestra alma y a través de ella conectamos con nuestra verdadera fuente. Desde nuestro corazón se manifesta y si así lo permitimos, la conectamos con nuestra mente convirtiéndola en un santuario al servicio de Dios.  Con amor incondicional nos ayuda a abandonar las culpas y el autocastigo por no hacer siempre lo que se considera correcto, ya que no nos juzga ni nos castiga, mas bien nos descarga y nos mantiene las vías abiertas a su manifestación. 

En estos tiempos se está haciendo más evidente el despertar colectivo de la luz crística en los corazones de muchos seres humanos.  Dudar o pensar lo contrario puede ser posible ya que estamos muy expuestos y accesibles a la excesiva información de los medios de comunicación, en los que predominan las informaciones y contenidos desastrosos.  Estas “ventajas” o puertas abiertas nos podrían confundir, irritar, desalentar y hasta hacernos dudar de la misericordia divina.  Son puertas abiertas a reforzar la desesperanza y el sentimiento de abandono, causando amnesia sobre la luz que en nuestra alma habita.

La manifestación de la luz crística yace en el alma de cada ser humano, por lo tanto, no es necesario esperar ser un maestro o maestra espiritual para expresarla.  La luz crística es la vida misma, es el amor y el reino de Dios en el ser humano, irradiando nuestra existencia permanentemente y manifestándose a través de la buena voluntad, la compasión, la misericordia, la paz, la solidaridad y por medio de todas las virtudes que de la fuerza del amor emanan.  La luz crística nos invita a meditar y a profundizar en las enseñanzas de Jesucristo y en la de los maestros que nos enseñan a través del ejemplo a contactar con esa energía, para trascender y ascercarnos cada día mas a la fusión con lo divino, sin fanatismos y sin abandonar nuestras responsabilidades ni condición humana. 

La luz crística nos espera. Es la que despertará en todos los seres humanos que conecten sus pensamientos con sus sentimientos puros, en los que con sinceridad y fervor escuchen el llamado de su alma y se unan al plan divino; en aquellos que conecten la mente con el corazón y se nutran de la fuente inagotable del alma, que es Dios en todas sus manifestaciones.  Los trabajadores de la luz crística están siempre activos llevando a cabo la obra, manteniendo y mejorando las condiciones espirituales para el despertar de la humanidad hacia lo divino, para que prevalezca la luz crística en nosotros, ya que es y será siempre, la promesa cumplida de Dios.


Práctica para conectar con la luz crística

Elegiremos un espacio donde no haya ningún tipo de distracción o interrupción.  Nos sentamos cómodamente.  Cerramos los ojos y vamos a ir respirando suavemente por la nariz, a medida que vamos observando nuestro cuerpo desde la cabeza, rostro, cuello, espalda, torso, vientre, caderas, muslos, piernas y pies. Ahora vamos a observar nuestros órganos internos: cerebro, corazón, pulmones, hígado, páncreas, aparato digestivo, órganos creadores, aparato urinario y circulatorio, músculos, glándulas, células, piel, todo nuestro cuerpo al que le agradecemos por apoyar nuestra grandiosa experiencia existencial. Seguimos respirando suave y profundamente, a medida que agradecemos a nuestro cuerpo, a la vida, a la fuente creadora por nuestra realidad de luz y conciencia.

Ahora, en ese estado de plenitud y paz, decimos en voz bajita, como susurro:

“Yo, acepto y percibo la luz crística en mi corazón, la traspaso a mi mente la cual se convierte en santuario al servicio de Dios y, desde donde se expresa en mis pensamientos, mis palabras, mis emociones, sentimientos, acciones, planes y propósitos.”

“Yo, acepto la luz crística con la que fue bautizado nuestro maestro redentor,  Jesucristo.  Humildemente pido su permiso para unir la fuerza crística de mi alma con su ascendido espíritu, para que me conceda la redención, el perdón, su amor, su luz y, que mi alma pueda ser unida a cada alma que en este plano habita, para que seamos guiados en su luz, protección y amor.  Para que todos reconozcamos que somos UNO/A en la luz y en la unidad indivisible de Dios.”

Permítenos luz crística, ahora como unidad, expandir nuestra conciencia para que se una con la conciencia crística universal y se expanda sobre toda la tierra, sus reinos y sus criaturas. Que la redención y la paz sean en cada corazón y que se cumpla el plan de Dios en nosotros de acuerdo al tiempo y a la voluntad divina.  Amén.”  Ahora visualizamos nuestro cuerpo completamente iluminado.  Inspiramos profundamente y proyectamos luz brillante a todo el planeta, a la humanidad y a toda la creación (si desea dirigirla hacia una situación o persona (s) en particular, puede hacerlo.) Tomamos unos 3-5 minutos en esta visualización. Luego tomamos una respiración suave y profunda.  Agradecemos a Dios, al maestro Jesús y a la luz crística por su presencia, asistencia y para que de acuerdo a su sagrada voluntad, permanezcan siempre en nosotros.  Que asi sea.  Amen.


Luz Celeste Quezada

Es instructora nacional e internacional y ejecutiva de la institución ADEUSA, en la cual ha desempeñado diversos cargos técnicos y administrativos como son: Coordinadora del Dpto. de Ayuda Social, Coord. del Dpto. de Educación Integral, Relacionadora Pública, Presidenta del Consejo Directivo y Coordinadora de la Junta de Ejecutivos. Certificada en Liderazgo de Salud Pública, por el Dpto. de Salud de la ciudad de NY. Actualmente se desempeña como educadora de escuela secundaria. Además, es facilitadora certificada de apoyo emocional para niños y adolescentes, en una institución de la ciudad de New York.



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